Friday, 8 August 2014
+ Saint Dominic
Henri Nouwen, el gran autor espiritual
católico y sacerdote del siglo vigésimo, una vez dijo: "Mi más profunda
vocación es ser testigo de las visiones de Dios he podido atrapar". Mis
hermanos (y hermanas), cuando perdemos nuestras vidas por el Evangelio, nos
abrimos a la plétora de atisbos de la presencia de Dios en nuestro medio. Santo
Domingo, que hoy honramos, lo hizo de manera específica como fundó la Orden de
Predicadores – hombres y mujeres, que vinieron a predicar el evangelio a través
de sus palabras, aunque no exclusivamente eventualmente. Por medio de su
predicación, Domingo dio su vida por causa del Evangelio; por medio de su
predicación, este Santo se abrió para atrapar los vislumbres de Dios obrando en
las vidas de aquellos a quienes él difundir el Evangelio.
Y así debe ser para nosotros. Cada uno
de nosotros aquí hoy debe estar dispuesto a dar nuestras vidas no sólo por el
evangelio o nuestra relación con Jesucristo, sino por la oportunidad de abrir
nuestros corazones a las profundidades de nuestra vocación y para ver nuestro
Señor en los caminos de la vida tranquilos y normales. Somos testigo de esas
visiones de Dios en nuestras vidas, para que, a su vez, nos podemos dar
nuestras vidas para que aquellos que servimos pueden ver que Cristo proclamó en
nosotros.
Henri
Nouwen, the great Catholic spiritual author and priest of the Twentieth
Century, once said, “My deepest vocation is to be a witness to the glimpses of
God I have been allowed to catch.” My brothers and sisters, when we lose our
lives for the sake of the Gospel, we open ourselves up to the plethora of
glimpses of the presence of God in our midst. Saint Dominic, who we honor
today, did this in a specific fashion as he established the Order of Preachers
– men, and eventually women, who came to preach the Gospel through their words,
though not exclusively. Through his preaching, Dominic laid down his life for
the sake of the Gospel; through his preaching, this saint opened himself up to
catch the glimpses of God working in the lives of those to whom he spread the
Gospel.
And
so it must be for us. Each of us here today must be willing to lay down our
lives not just for the sake of the Gospel or our relationship with Jesus
Christ, but for the opportunity to open our hearts to the very depths of our
vocation, and to see our Lord in the quiet and ordinary ways of life. We are to
witness those glimpses of God in our lives, so that, in turn, we may lay down
our lives so that those we serve may see Christ proclaimed in us.
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Enjoy the journey . . .
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